jueves, 13 de noviembre de 2014

Sobre "Es imposible pero podría mentirte" de Beatriz Vignoli

Beatriz Vignoli, esta escritora, ¡es demasiado! Anoche, o esta mañana, a las cinco, cuando me levanté, terminé de leer "Es imposible pero podría mentirte" (Homo Sapiens, 2012). Y me dejó alterada. Mil cosas: el libro adentro del libro, la primera persona en el lugar del hecho, la voz afectada, la distortion en 10, la exploración del detalle furiosa, fatal, más oscura que la perversión misma, como dice en un momento. No hay reverb suavizadora, que nos aleje, que produzca efecto vintage -digerible y confiable-, sólo volumen, distortion, afinación perfecta, clasicismo novísimo (no hay disonancias o ruido, no hay collage ni loop alemán). Elogio de la narrativa, pero afectada, explosiva y redundante, dispersándose en venenos autoreferenciales que no hacen más que vestir y desvestir a ese "yo", y a los demás, en un curioso vidrierismo literario (el momento exacto cuando se sorprende al vidrierista cambiando a los maniquíes). Allí está todo, todo lo que esa noche hablamos en Iván Rosado -"fuiste abducida en Rosario, Rosario"- con un compresor tremendo en las voces, cuando nos preocupaban las mismas cosas. Y ella escribió esta nouvelle con todo lo que que me pareció vislumbrar en un diamante apretado como los ceniceros que menciona de los 80, esos ceniceros duros y chiquitos, de cristal, facetados como piedra preciosa con aro de plata -en las más elegantes situaciones- al lado del plato de comida de cada comensal. Está todo lo que me imaginé que podría estar en ese ovillo de estaño apretadísimo que emanaba de los fragmentos a los que accedí en esa breve charla, charla sonriente, como esta escritura, que a pesar de todo lo que dije que es, sonríe, sonríe porque la vida le parece increíble, inesperada en su palidez, como quien va en un tren fantasma que ella misma ha diseñado y por eso se divierte, porque escribió todo esto y ahora hay alguien leyéndolo. Otra de las fantásticas posibilidades de esta vida. Y siempre es inocente, debo agregar, ese yo es exculpable, son absueltas de antemano sus premeditaciones, y el detalle ínfimo que me llama: el lujo del uso de ciertas palabras, como el uso de la palabra cool, en un momento preciso, que me inspiró a usar algunas extranjeras en este párrafo. Nunca como ella, claro. Vignoli humilla.

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