martes, 24 de septiembre de 2013

Sobre Flush de Virginia Woolf



Esta es la edición en la que leí Flush, con un  estudio preliminar de Sergio Pitol (escritor y traductor mexicano que a través de este prólogo nos puede caer muy bien). Flush es el nombre de un perro, del perro de una poeta inglesa de la era victoriana, Elizabeth Barrett  Browning, que andaba enferma. Pero la presencia de la poeta es solamente una referencia -aunque preciosa- para seguir la vida de Flush. Virginia escribió su historia terminando Las olas y aún la seguía escribiendo cuando ya tenía listo el esquema general de Los años. Fue como un descanso, como un divertimento. Ese tipo de obras, consideradas menores, obra entre obras, obra paralela, me suelen gustar, hay algo despreocupado -no del todo, claro-, un deseo realizado de  inmediato de escribir sobre eso, que no es seguramente el mismo ánimo  que se tiene remando en el medio de una novela. Es el recreo de la escritura. Hablar de V.W. es medio en vano, ya se ha hablado tanto... A mí me encanta, leída así como la leí, en ediciones de bolsillo, o traducida por un mejicano o un español. Mientras se lee se va haciendo una traducción al porteño, al tucumano, o al chileno, a lo que nos sea más familiar, y eso también está bueno, es como un juego y exige un accionar de reescritura que siempre me gustó llevar en la lectura. Por ejemplo cuando leo naricilla, pienso naricita. Y a veces me detengo un rato en una frase tratando de reescribirla mejor. No sé al fin y al cabo si esa V. W. que yo leí, que sé que me gusta y que podría describir muy suelta de cuerpo, es la verdadera o si es una sólo mía, hecha de una obra traducida por distintos hispano parlantes, y reescrita en el pensamiento, corregida tal vez por mí, pero no me importa, la experiencia Woolf es importante en mi vida de lectora y de cancionera y colaboró con mi ánimo y con mi escritura, con mi comprensión e incomprensión del mundo. A pesar de todo, del tiempo que nos separó, del idioma, de la situación socio cultural y económica distinta, de todas las enormes y pequeñas diferencias y del hecho de haberla leído en traducciones, yo la sentí muy cerca, y sé de lo que habla, porque a través de todos estos velos una voz se distingue como el canto de un pájaro. Lo demás son estudios literarios, disecciones, que necesitan más contacto directo, más pinzas para agarrar el material de análisis. Y está muy bien que así sea.

martes, 17 de septiembre de 2013

Gente que lee en transportes y bares (y que yo ví) ultimamente












Sobre Cuaderno de Pripyat, de Carlos Ríos (Entropía)



La novela de Carlos Ríos, Cuaderno de Pripyat, nos propone desde el comienzo el interés por la escenografía real en la que sitúa a sus personajes: el paisaje de lo que quedó de la ciudad de Pripyat después del accidente de Chernobyl. Al empezar nomás uno quiere salir para leer historia y poder volver rápido con otra mirada.
¿Qué importa cuánto de real y cuánto de ficción hay en una novela? En este caso importa mucho, porque saber sobre Chernobyl y Pripyat hoy,  toda esa escenografía extraña en la que planta Ríos su ficción, afecta la lectura. Si uno cree que es una construcción al estilo de la ciencia ficción puede suponer una intención metafórica en las imágenes que no es tal, en todo caso será un fondo armónico de todas las anotaciones de este cuaderno. Al saber que ese lugar existe, que muchos de los términos que aparecen existen y el protagonista es un ser probable atravesando una realidad no tan disparatada, pierde importancia el virtuosismo de la "construcción de un mundo". Despejamos así un atractor de atención importante para desplazarla hacia otra cuestión: la búsqueda del origen del desmembramiento familiar. Un desmembramiento que constituye al ser.  El protagonista vuelve adonde perdió todo, al lugar de la destrucción de la que sobrevivió siendo bebé, y  en ese camino -viaja para hacer un documental- realiza otro descubrimiento: finalmente una familia se compone de aquellas personas que se convierten en los afectos reales, con los que comparte la vida. Y todos somos producto de un desmembramiento ya que la formación de una nueva familia es como un desprendimiento de la anterior, cuando los padres eran hijos. Por esto y la primera razón (la de la consulta a la historia real de Chernobyl)  la novela de Ríos es doblemente didáctica casi como a pesar suyo, como consecuencia de su poética. Su escritura tiene momentos plegadizos que como accidentes en la corteza muestran magmas profundos por los que baja unos peldaños para hacer unas tomas (para el documental). Ya en la novela anterior,  que en realidad es en escritura la posterior (fue publicada primero Manigua, pero Cuadernos.. fue antes) se advierte la misma preocupación. Pero esto lo sé por el autor, que me lo comentó, yo todavía no leí Manigua; y también lo dice con sus palabras Manuel Quaranta en sendas reseñas de ambas novelas. Acá les dejo el link: reseñas de las dos novelas por M. Quaranta
El formato de cuaderno es inquieto, allí la escritura parece sobrevolar como se sobrevuela en los cuadernos de viaje, entre la soledad que nos arrastra a la compañía de las propias palabras -planeo sostenido- hasta la anotación fugaz que después no entendemos del todo a qué se refería, como también ocurre en las anotaciones de los sueños -vuelo en picada o a veces rasante-.